18.3.18

Ya no hacen turistas como los de antes


¿Vio usted La muerte en Venecia? Así eran los turistas. Venían de sombrero y corbata, y los niños de marineritos y cuando levantaban la voz la abuela, con cuello vuelto y sombrero de medio metro de diámetro, les daba un zurriagazo con el paraguas y los ponía más quietos que los santos esculpidos en el pórtico de la iglesia.

Gente pudiente, gente bien, gente con clase, con estilo, con savoir faire, que iba por el mundo a cultivarse y a sufrir el spleen mientras dejaba propinas de tres libras, que por entonces daban para comprarse un chalé y todo.

La cosa mejoró mucho con el avión. ¿Usted sabe quién se podía pagar un vuelo de Washington a España? Veinte millonarios que hicieron su fortuna traficando alcohol y en tiendas de ropa. Veinte. Venían a Madrid y los veía uno de traje, con la pipa, la mujer atrás con los dos niños de punta en blanco. Si venían al pueblo lo admiraban como si fueran las putas pirámides de Egipto y dejaban propinas, aunque menos que los británicos, que siempre quieren sobresalir.

Pero ahora... Dirá usted que soy pueblerino y no sé, pero el dato es que en 1974 hubo 421 millones de pasajeros de aviones en todo el mundo. Y no eran turistas: hombres de negocios, sí, hombres, eran esos tiempos y así, políticos, diplomáticos, espías de la guerra fría. Turistas pocos pero de clase. Ava Gardner y Ernest Hemingway, joder. Pero en 2014 viajaban ya 3.210 millones de pasajeros. La mitad del puto planeta. Que sí, que no es la mitad la que vuela, unos vuelan mucho, otros nada, pero la plebe que vuela, oiga qué horror. Turistas que vienen y miran sin entender y se ríen del tío Manolo con la azada y las alpargatas, y se comportan como cavernarios y visten todos el traje regional éste de los Estados Unidos... no el de cowboy, no... la camiseta con los pantalones cortos y las sandalias y la gorrita como la de Trump. Parecen un ballet folklórico, todos iguales. Siempre espero que de pronto hagan un crowdfunding... no un flashmob... y se pongan a cantar a cuatro voces una canción de Fred Astaire.

Son unos búfalos de agua en estampida, es lo que son. No saben cuidar ni los caminos ni saben no meterse donde no deben, y se mean en el arroyo y nos miran como si fuéramos indígenas amazónicos del siglo XV. Ya he visto de reojo a alguno encender un mechero Bic a ver si nos asustamos con su magia. Ganas de quemarle las barbas a lo hipster que traen, es lo que quiero.

Porque esto seguro es cosa del gobierno. Nos quieren imponer un modelo de turismo donde el turismo bueno ése de vamos a tomar las aguas a Venecia no llegue aquí, a donde nos mandan el cascajo, las chusmas, las masas mal lavadas. Gente que debería quedarse en su pueblo al menos hasta que se eduquen y ganen un buen sueldo. Pero no, los pobres vienen a jodernos: 30 euros el vuelo de Londres a Castellón de la Plana. Menos que una mariscada. ¿Quién va a venir? ¿El príncipe Harry? No, señor, viene el del carrito del pescado con patatas porque le sale más barato que irse a bañar en sus propias playas, que seguro están limpias y allí no le dejan echar las cascas de las pipas a la puta arena.

¿Quién se cree esta gente? Obreruchos y aldeanos, estudiantes a medio hacer, oficinistas más pálidos que la merluza que se están metiendo, funcionarios, dependientes de tiendas, hooligans y chavales de viaje de estudios. ¿Estudios de qué? ¿Me vienes a estudiar a mí, tú, chaval? A estudiar a la escuela, no a mi pueblo. Y claro, tienes al hijodetodasu Remedios la de la casa verde, que para ganarse unas perras se mete a Airbnb y cobra por noche la mitad que el hotel que está aquí a cinco kilómetros de nada, que yo de chaval los hacía en una hora cargando dos baldes de agua de diez litros y arreando a las ovejas del abuelo. Pues tócate los cojones, ahora duermen en el pueblo,  nos están gentrificando a palos. Porque cuando el hijo de la Remedios se compró el Mini con lo del Airbnb pues cuatro chavales con ordenador empezaron a alquilar desde una habitación hasta el corral de los puercos como "cabaña ecológica". Y la gente viene y les paga y nos jode desde que amanece hasta que vuelve a amanecer.

Es el gobierno, te lo digo. Esta gente no tiene nada qué hacer de turista. Sólo nos viene a tocar los cojones, pero con tambor... te digo, que si no me fuera yo dos o tres veces al año a Balbriggan, que es un pueblito irlandés majísimo, aislado y con una playa coquetísima, me volvía yo loco. Porque allá al menos puedo pasear y comer y estudio algo de las costumbres y practico el ínglis y me puedo coger unas moñas monumentales en el pub donde los locales, que están medio atrasados, todas las noches tienen fandango con guitarras y mandolinas y flautas y gaitas... es cojonudo. Pillo por Airbnb la casa de Paddy McAchis Enlamahr y, si compro el billete con antelación, por 100 euros me pongo en Dublin y estoy a una hora del pueblo en Uber. Es fantástico que currelas como yo, que vivimos con esos sueldos de mierda, al menos podamos huir de este infierno turístico de cuando en cuando. Aunque eso se está llenando de españoles, ¿eh? Que son quien son.

Hijos de la gentrificación, así os cierre el Airbnb la Colau si llega a presidenta.